sábado, 25 de julio de 2015

LA ORDEN SATÁNICA SKULL AND BONES CULTO A LA CALAVERA II.


LA ORDEN SATÁNICA SKULL AND BONES CULTO A LA CALAVERA II.

Decíamos hace ya más de un año, en un primer acercamiento a este complicado asunto sobre un hipotético culto universal de la calavera, que habían sido hallados en muchos pueblos primitivos y en la antigüedad numerosos indicios que apuntan hacia la existencia de un culto semejante. Con frecuencia nos hemos cuestionado por qué tantos grupos, sectas, conciliábulos y fraternidades secretas como la denominada Skull and Bones, han elegido como signo distintivo precisamente el cráneo. O incluso si piratas y templarios tenían en común, como algunos aseguran, la veneración por este mismo símbolo. Para intentar buscar una respuesta a estas difíciles preguntas nos hemos remontado a los orígenes de este emblema, indagando sobre su significado esotérico, tratando de llegar a las fuentes mismas de un antiquísimo misterio. Ni qué decir tiene que tras nuestra búsqueda volvemos con más preguntas que al comenzar, habiendo rasgado apenas el espeso velo de este oscuro arcano. Pero en este viaje hemos encontrado un buen puñado de curiosidades y anécdotas bien interesantes que creemos merece la pena compartir con ustedes.

Los Dayak, cazadores de cabezas en Borneo, practican una forma ancestral del culto de la calavera

Tradicionalmente el cráneo se ha asociado, paradójicamente,  con la inmortalidad  al ser de los pocos elementos del cuerpo humano que resisten a la corrupción y la desintegración de la fosa  y se le ha considerado residencia de la vitalidad y del alma, por lo cual no es sorprendente que se le rindiera culto desde la prehistoria, hallándose pruebas paleontológicas y arqueológicas abundantes que justifican esta teoría,  en Pekín, Java, la costa tirrénica y otros enclaves de Oriente. Diferentes vestigios arqueológicos demuestran que en Jericó existió un culto a la calavera humana, desde el 7000 antes de Cristo, culto que debió consistir en conservar la calaveras como reliquias de los muertos en la extendida creencia de que la cabeza es residencia o fuente de poder espiritual.

Las famosas calaveras de cristal quizá puedan sumarse a la lista de cráneos numinosos que conforman este singular culto de la calavera extendido por todo el mundo

Se sabe también, por diversos hallazgos bien documentados, que en la prehistoria el cerebro pudo haber sido comido sacramentalmente.  Hay asímismo pruebas que apuntan hacia la realización de trepanaciones rituales post-mortem entre los hombres primitivos, no sabemos si por una razón práctica (para colgar los cráneos, como hacen los Dayak de Borneo) o con alguna intención ceremonial.

Obsesión mediática contemporánea con la calavera: ¿casualidad o asistimos, una vez más, al desarrollo de un nuevo tipo de maniobra de ingeniería social o magia ritual masiva?


Nos preguntamos si en nuestros días el valor simbólico del cráneo humano es idéntico al que la tradición le ortorga o si se ha devaluado a pesar de su ubicuidad en la sociedad contemporánea, ubicuidad que, para algunos, resulta altamente sospechosa . Desde la antigua iconografía hasta convertirse en emblema y seña de identidad de la alienada juventud moderna, de reliquia a objeto de consumo, sufriendo una tortuosa transformación de símbolo tradicional, cargado de significación, a blando, plasticoso y  vacuo “logo” contemporáneo,  el cráneo continúa, por algún motivo que no alcanzamos a comprender, emanando su numinosa carga icónica.

Pintura de Victor Rodríguez

Esta práctica del culto del cráneo animal y humano bien extendida en la prehistoria y fundamentada, según distintas tesis antropológicas, en el llamado “culto a los antepasados” podría explicar en parte la persistencia del icono de la calavera y su fascinación a lo largo de los siglos. El cráneo fue adorado y reverenciado y aún se guarda y se venera en muchas culturas, incluso hoy día  en el seno de la iglesia católica (al parecer la que más insiste en el culto de las reliquias en general y del cráneo en particular, como veremos más adelante). En otros tantos pueblos la adoración del cráneo aparece en una asombrosa, colorida o siniestra variedad de modismos, algunos de los cuales no responden exactamente a esta perspectiva general del culto a los antepasados y quizá requieren de otra explicación que intentaremos apuntar en los párrafos que siguen.


El motivo de la fascinación de los pueblos precolombinos, particularmente los antiguos mexicanos (abajo) por la imagen de la muerte y las calaveras, respondería en parte al culto a los antepasados, presente en numerosísimas culturas y bien documentado antropológicamente.


Entre los antiguos aztecas, por ejemplo, la creencia de esta fuerza vital contenida en el cráneo lo convertía instantáneamente en objeto de santificación. Los antiguos mexicanos reconocían dos fuerzas primarias  en el cuerpo humano que denominaban tonalli y teyolia; la primera se refiere al vigor, el calor del sol, el verano, y el alma.  Pensaban que tonalli residía en la cabeza (el cráneo): por eso, en la guerra, los guerreros decapitaban o cortaban el pelo al enemigo, pensando que podrían aumentar su propio “tonalli”.  En los sacrificios públicos, por otro lado, los enemigos eran decapitados para liberar esta energía (tonalli) y de este modo incrementar la del propio pueblo, como conjunto, en un efecto catártico.


Ya hemos mencionado que el cráneo humano era considerado en muchas culturas el trono de la fuerza vital del cuerpo y del espíritu, y como tal  ha sido objeto de fervor;  en parte por este motivo algunos pueblos  solían “conservar para sí los cráneos de los muertos, en la creencia de que este acto les brindará el poder espiritual que sus poseedores tuvieron en vida.”


La asociación del cráneo con esta fuerza vital nos remite al simbolismo general de la sangre, con la que tiene algunos paralelismos, especialmente en el ámbito del rito del holocausto, llevado a cabo en distintos pueblos con más o menos virulencia a lo largo de la historia. Esta vertiente sacrificial del culto a la calavera justifica su identificación simbólica con el vaso, copa o el receptáculo sagrado que recoge la sangre derramada (como veremos en el caso del kapala, o cuenco de calavera tántrico, que participa del simbolismo del corazón y el Grial) y también enlaza con el tema de la decapitación ritual y el culto de la cabeza cortada, extendido entre los celtas y los pueblos precolombinos, como veremos, y cuyas ramificaciones también se mezclan con algunos de los elementos de la leyenda del grial. Este aspecto sacrificial del que hablamos, además, consituye seguramente uno de los más enigmáticos y esenciales del culto de la calavera; en los párrafos que siguen volveremos sobre este asunto de la cabeza cortada y su estrecha relación con el mito griálico y el cráneo como objeto votivo.


Arriba, kapala o vaso tántrico, remiscente del Graal occidental. Abajo, relicario con cráneo (Santa Baume); hay calaveras y cabezas cortadas relevantes en la mitología griálica.  Algunos piensan que la misteriosa “cabeza” Caput L Virgo que supuestamente veneraban los templarios pudo ser un relicario de este tipo, que conservaba el cráneo del mismísimo Juan el Bautista u otras cabezas cortadas conspicuas, como la de Goliath según otras versiones ; el símbolo del Bafometo (Mahomet o Bafomet) pudiera haberse relacionado también con esta enigmática cabeza templaria.


En la América precolombina el fervor en torno a la calavera ha sido de especial relevancia. Es notable la fascinación del pueblo mexicano por ella desde la época de los mexicas  Por ejemplo, entre los mixtecos el cráneo era un elemento  importante en la labor temática del oro. Se sabe que este culto del cráneo trofeo vinculado con hábitos guerreros estaba muy extendido sobre todo en el norte de Chile . En la quebrada de Humahuaca se registra su práctica con prisioneros españoles. Con tradiciones muy diferentes a las de otros pueblos,  acostumbraban a cortar la cabeza a sus enemigos y suspenderlas en picas.


Son también numerosos y diversos en otras tantas culturas prehispánicas las divinidades que participan de algún aspecto ctónico o infernal emparentado con el tema de la muerte y la desintegración.  En los textos coloniales yucatecos esta deidad se denomina Ah Puch, “El Descarnado” , Kisin, o “El Apestoso” rey de Xibalbá, que representa el inframundo y tiene por cabeza, a menudo, una calavera.


Antiguamente incluso la muerte tuvo también una divinidad rectora, que se representaba tanto en los códices como en las obras plásticas, como una calavera, un esqueleto o un cadáver en descomposición (Mictlantecuhtli) .  Son también numerosos y diversos en otras tantas culturas prehispánicas las divinidades que participan de algún aspecto ctónico o infernal emparentado con el tema de la muerte y la desintegración.


Los mayas, los tarascos o los antiguos totonacos fueron devotos de la muerte. Todo parece indicar que hubo asímismo entre los aztecas un culto a la muerte muy arraigado. Entre los mochicas las numerosas representaciones de demonios con las caracerísticas cabezas trofeo, así como otras figuraciones de cabezas empotradas en los muros (tzompantli) parecen indicar que el culto de la calavera, o la cabeza cortada, tenía gran importancia para los antiguos pobladores de Mexico. Las colecciones de cráneos podrían ser apilados por los vencedores en los lugares públicos, como una declaración obvia de la victoria y triste recordatorio de las pérdidas de los vencidos.

Señalamos también que el centro del mal llamado calendario azteca presenta un rostro con cara de calavera del dios Xolotl; quizá podríamos ver aquí una relación con las máscaras hindúes del Glotón o devorador del tiempo (makara) o aún con el rostro clásico de la Medusa, pero estas disquisiciones nos llevarían ahora  demasiado lejos de nuestro tema principal.


El legado de este sangriento culto de la calavera entre los pueblos antiguos de Mexico evoluciona y parece mantenerse hasta nuestros días, donde lo encontramos, en una vertiente más festiva y colorista, en el moderno festival del Día de Muertos aunque se señalan para éste unos orígenes más cercanos a nuestros tiempos y más prosaicos que los que sugerimos. Entre los actuales pobladores de México todavía el cráneo es constantemente utilizado como un elemento ornamental en cerámica, relieves y esculturas, tradicionalmente. Su presencia es ubicua en la artesanía popular. Comieza con una calavera en Janitzio, en Pázcuaro, Michoacán, la cual está hecha en tela; prosigue con las típicas de Celaya, Guanajuato, elaboradas con cartón con base de madera. Están las calaveras de Ocumicho, las de Aguascalientes, hechas en barro policromado y papel, las de dulce (sugar skulls), las calaveritas de azúcar, profusamente decoradas.  Se utiliza incluso en la fabricación de juguetes: estas “calaveritas” constituyen hoy uno de los signos de identidad de lo mexicano, desde hace mucho tiempo.

Antiguo cráneo votivo precolombino con incrustaciones de jade

Actualmente son conocidas en hispanoamérica las llamadas calaveras de San José, “ñatitas” y “aimeritas”;  el culto de estos cráneos que procesionan entre cánticos por las calles de la ciudad, constituye una tradicion que viene desde hace más de siglo. La fiesta se remonta al parecer hasta las costumbres de pueblos precolombinos, que solían desenterrar a sus muertos para honrarlos una vez al año. Este último hecho sugiere que quizá el culto de  la calavera no es sino una forma particular de culto a los antepasados, extendido en muchas culturas de todo el mundo.

No abandonaremos México sin señalar una de las dimensiones más siniestras y oscuras de este símbolo, cual es el de la veneración de la Santa Muerte, que participa remotamente de algunos aspectos  simbólicos del culto de la calavera, pero creemos tiene un origen sincrético muy distinto del alcance y el simbolismo de este ritual del cráneo que hemos visto se  remonta a los tiempos prehistóricos.


Prosiguiendo con nuestra búsqueda histórica de este extendido culto de la calavera viajamos desde la América precolombina hasta África, para encontrarnos en el antiguo Egipto con un cierto tratamiento ceremonial del cráneo, ya documentado en los tiempos prehistóricos, donde se sabe que la cabeza del difunto se separaba del cuerpo y se quemaba aparte. Estas macabras costumbres ancestrales, sin embargo,  desaparecieron con la práctica de la momificación.  La cabeza del muerto se cubría con estuco, y la cara se modelaba cuidadosamente, recibiendo un tratamiento  especial y reverencial, heredero en cierto modo de las más antiguas prácticas cultuales en torno al cráneo. En el Africa que rodea a Egipto, por otra parte,  también se conservaba el cráneo, particularmente en el caso de jefes y curanderos, cuya sabiduría y poderes divinos se  suponía que residían en la cabeza.


Vemos que hay definitivamente una gravedad inherente a la imagen del cráneo humano que, casi por sí solo, justificaría el valor reverencial y sagrado que se le ha otorgado desde siempre. La calavera ha sido tradicionalmente el símbolo de la mortalidad y en muchos casos se ha convertido en signo o marca distintiva de grupos y sociedades secretas, sustancias tóxicas y advertencias de peligro; incluso en la bandera que hicieron célebres los piratas servía con frecuencia como aviso de un funesto encuentro.


La imagen o símbolo de la calavera y las tibias cruzadas en forma de aspa (☠) es una forma emblemática usada con frecuencia en rituales iniciáticos como símbolo de resurrección o renacimiento. Algunas fuentes señalan que podría relacionarse, desde un punto de vista cabalístico, con la “sephirah daath” en el árbol de la vida, concebido en ámbitos ocultistas como vehículo para alcanzar estados superiores el ser o, expresado en otros términos, la “iluminación” del neófito. Quizá en este sentido vemos aparecer también el curioso simbolo en la casilla 58  del popular Juego de la Oca  (5 + 8 = 13, el arcano sin nombre del Tarot, la Muerte), representando aquí las fauces de la muerte que bloquean, en el tablero de juego,  el acceso al espacio central la liberacion, la iniciación, el acceso al paraíso- como hemos indicado en otras ocasiones.


Arriba, mandil ritual masónico con la efigie de la calavera y las tibias cruzadas

La calavera ha sido investida, decíamos, de tremendas connotaciones religiosas y espirituales en muchísimas culturas. Este omnipresente símbolo de la mortalidad humana expresa, de modo impactante y potentísimo, el triunfo de la muerte sobre la existencia. Aunque también, en virtud de esa flexibilidad que los símbolos tradicionales presentan a menudo, el cráneo es emblema de resurreción o inmortalidad,  expresión radiante de la creencia en una parte espiritual del ser humano incorruptible, diamantina, dura como  el hueso que, como el cráneo, perdura y sobrevive a la desintegración de la tumba, hecho que comúnmente ha sido observado en osarios y fosas de todo el mundo.


El culto de la calavera se halla en cierto sentido relacionado con el culto genérico y más amplio de las reliquias sagradas. Se dice con razón que el Vaticano es el mayor coleccionista de calaveras del planeta, pero, ¿les rinden culto? Parece ser que es así, ya que son consideradas reliquias, que en el ámbito del catolicismo son los restos de los santos después de su muerte o martirio (una muerte violenta, en la mayoría de los casos).  En un sentido más amplio, una reliquia constituye el cuerpo entero o cada una de las partes en que se haya dividido aquél (expresion que nos evoca, caprichosamente, el episodio de la fragmentación ritual del cuerpo de Osiris, asunto que creemos ligado al que nos ocupa).


La calavera, símbolo de la vanidad y la fugacidad en el Barroco

La reliquia se considera necesaria para santificar un altar (ara), haciéndolo apto para el sacrificio (sacrum facere, hacer sagrado). En cierto sentido simbólico, la reliquia en sí misma es una expresión mínima y nuclear de este acto del sacrificio; la sangre derramada  contribuye a santificar un enclave, un objeto. La reliquia  en definitiva sacraliza el lugar.


En este sentido, conviene recordar la significación del término Calvario o Gólgota,  nombre dado al monte o colina “a las afueras de Jerusalén donde tuvo lugar la crucifixión de Jesús. Su nombre proviene de la forma de calavera que tenían las rocas de una de sus laderas. (sic)  Su nombre en latín es Calvariae Locus, en griego Κρανιου Τοπος (Kraniou Topos) y en arameo Gólgota o Golgotha; en todos estos idiomas significa “lugar de la calavera”.”  Además, según la tradición judía, sería el lugar en el que se enterró el cráneo de Adán. De nuevo,  los elementos de las antiguas formas mistéricas, la sangre derramada en sacrificio y el cráneo, asociados de modo simbólico en el pasaje bíblico:  la sangre del Cordero cae sobre el cráneo del viejo hombre, Adán,  operando su resurrección.

Tzompantli en el Templo Mayor de México

Esta proliferación de reliquias, sin embargo,  tiene una explicación sencilla, pues hubo una época en la que para poder crear una iglesia era preciso poseer una reliquia o acreditar un milagro (ésto fue así también, curiosamente, en la Grecia clásica, con el asunto del heroon donde se hallaban los restos reliquias de supuestos héroes o semidioses de la antigüedad). Esto significaba que aquellos pueblos o ciudades que desearan tener su lugar de culto debían hacerse con alguna reliquia, lo que ocasionaba más de un enconado litigio entre buenos vecinos.


Por otro lado, cerca del ámbito de las reliquias, estaban las mirabilia: las maravillas  más veneradas de los tesoros medievales eran precisamente las reliquias, aunque este culto de las reliquias no es solamente cristiano. Plinio el Viejo nos habla ya de reliquias preciosas en el mundo grecorromano; la lira de Orfeo,  el sándalo de Elena o los huesos del monstruo que atacó a Andrómeda, Sin embargo, la colección de reliquias que ha producido el cristianismo supera todo lo imaginable: un ejemplo extremo y singular de este culto lo constituyen las calaveras (dos) de San Juan Bautista, pues se conservan dos ejemplares: aquella de cuando era niño y el cráneo en la edad adulta.

Salomé con la cabeza griálica del Bautista: abajo, cráneo de San Dagoberto, el último de los reyes merovingios y objeto de veneración entre los fanáticos de los misterios de Rennes le Chateau.



Chanzas aparte, la veneración del cráneo (o de la cabeza cortada, simbólicamente emparentadas) de San Juan Bautista, de ecos griálicos y templarios,  nos remite de nuevo y con la mayor gravedad a lo más profundo del asunto que discutimos. Es posible encontrar  en la antigua mitología céltica un curiosísimo y enigmático eco de este poderoso símbolo de la cabeza cortada en la vasija o Graal (plato, fuente o bandeja en su acepción etimológica original) o el caldero o copa rebosante de sangre: nos referimos al caldero de Bran en el cual se operaba de modo mágico la resurrección de los guerreros muertos durante la batalla y a la propia cabeza de este mismo héroe mítico, a la que se adjudicaban propiedades taumatúrgicas y proféticas según se relata en diversos episodios de los Maginogi, textos del antiguo folckore galés. En un pasaje famoso del Peredur (antecedente del Parzival del ciclo del grial artúrico) el personaje principal asiste a una misteriosa procesión de una lanza sangrante y una ominosa cabeza seccionada depositada en un cuenco o plato grande (grasale, graduale, grial) y portadas por una doncella virgen. Todos estos símbolos, cualesquiera que sea su profundo significado (que aquí parece ligado a algún enigmático rito de magia  sexual o tántrico) son los mismos elementos en torno a los que se articula lo esencial del misterio griálico.


 Arriba, grabado antiguo que ilustra el cortejo misterioso de Peredur (Perceval): son patentes la enorme lanza sangrante y la cabeza cortada en el plato (graal), símbolos fundamentales de la leyenda del Grial

Todos estos símbolos, cualesquiera que sea su profundo significado (que aquí parece ligado a algún enigmático rito de magia  sexual o tántrico) son los mismos elementos principales en las leyendas del Grial.


Arriba, moderno kapala tántrico, decorado; antecedente del Grial y evidencia de un extendido culto a la calavera de profunda significación esotérica. Hasta hace poco, estas piezas auténticas podían ser fácilmente adquiridas.

Cabezas esculpidas halladas en un oppidum céltico. Imagen de www.delcampe.net

Entre  los indicios que sostienen la existencia de un culto de la cabeza cortada, se cita con frecuencia a los antiguos celtas. Se mencionan en este sentido las numerosas representaciones escultóricas de cabezas decapitadas en la llamada cultura de La Téne (también en otros yacimientos en España y diversos lugares europeos) y las referencias del folckore céltico, donde hay múltiples menciones de las cabezas cortadas de los héroes y de santos que llevan su propia cabeza seccionada; a menudo estas cabezas cortadas son portadores de poderes mágicos  (Bendigeit Bran) o son capaces de extraños vaticinios que las emparentan con los bustos parlantes de la antigüedad y otras cabezas insignes y proféticas, como la de Orfeo. En el seno del catolicismo no faltan tampoco los mártires descabezados, como  San juan Bautista o Saint Denis (abajo).


Abundan las referencias sobre el tema en los autores clásicos. Diodoro de Sicilia (V, 29,5) refiere que los galos “cortan la cabeza a los enemigos caídos y la sujetan al cuello de sus caballos” a modo de trofeos, suponemos.  Silo Itálico (Púnicas, XIII, 481-2)  dice que estos mismos galos consagraban en los templos la cabeza cortada del jefe enemigo. Estrabón, por su parte habla de este rito utilizado por los druídas. Para otros muchos autores , sin embargo, nunca hubo un verdadero culto de la cabeza cortada, sino que más bien los indicios sugieren la existencia entre los celtas de una forma vestigial de algún símbolo solar procedente de la Edad del Bronce.


Ya en tiempos más cercanos a nosotros, las calaveras han sido y aún siguen siendo utilizadas en diversos juramentos  (oaths) y rituales poco conocidos en otras tantas sociedades secretas y grupúsculos afines al ocultismo. Cabezas cortadas y asesinatos rituales ilustrados en un antiguo texto sobre la masonería: ¿rituales mistéricos, sainetes o algo más siniestro?  Abajo, la fuente más antigua para la explicación simbólica del culto de la cabeza cortada: Saturno, dios de la Edad de Oro,  decapitado por Júpiter, en un antiguo manuscrito. Algunos de los poderosos símbolos del Grial pueden remontarse también a este episodio mitológico.


En una época en que se desconoce cómo empezó la costumbre de realizar un juramento sobre las reliquias (oath) de la misma manera que se jura sobre la Biblia en determinados casos; los ejemplos documentados son del siglo VI en adelante. Se dice que los jesuítas practican un ritual semejante en el que se precisa un cráneo humano sobre el que se realiza un juramento especial a la orden. Este supuesto juramento aparece en el libro “La Roma subterránea” de Charles Didier, traducido del francés y publicado en Nueva York en 1843. El Dr. Alberto Rivera escapó de la Orden de los Jesuitas en 1967, y describe su juramento jesuita en la misma forma como aparece en este libro. Semper Idem: siempre Igual.

Arriba, Jupiter con la cabeza cortada de Saturno; este episodio nos da ciertas claves sobre uno de los probables orígenes del culto del cráneo en el milieu esotérico occidental

a identidad de valor de la “cabeza cortada” y de la Gorgona procede de un culto del cráneo, transformado por el mundo helénico, que parte del más viejo fondo de las religiones indo europeas  de las que la cabeza de Medusa parece ser el último avatar. Un  valor mágico religioso que aventaja al rito está indistintamente ligado al cráneo del enemigo de los antepasasdos, según la leyenda de Bran, vinculada a la muerte y la resurreción. En el ciclo de Peredur, vinculado al misterio griálico, y en otros relatos galeses (los Mabinogi) aparecen con mucha frecuencia el motivo de la cabeza cortada y sumergida en vasijas, pozos o calderos (imágenes del graal). El caldero de la resurrección es además uno de los motivos recurrentes de la mitología céltica y de sus más importantes elementos dentro de su sistema de creencias. Muchos autores creen que estos calderos mágicos de la resurreción fueron los que inspiraron la aparición de las leyendas artúricas y griálicas posteriores.


El origen de este enigmático culto que vincula el cráneo y la copa se ha encontrado no sólo en mesoamèrica, sino en las culturas egipcia, céltica, hindú, oriental y escandinava. Se dice que los vikingos después del combate cortaban la cabeza de sus enemigos vencidos y en los cuencos de sus cráneos bebían y brindaban por el triunfo: aún hoy lo escandinavos gritan “skol” que significa salud, mientras chocan sus copas, aunque el signficado del término es el de fuente, taza, escudilla o copa; acepciones que también se encuentran en el antiguo graal, grasale, que muchos autores han identificado con el cuenco de la calavera tántrico (kapala). La raíz del término skol, skalle, (fonéticamente próximo a skull, cráneo ) significa precisamente calavera.


El uso de la calavera de un enemigo derrotado en batalla como copa ha sido referido por numerosos autores a lo largo de la historia entre los más diversos pueblos, como los nómadas de las estepas de Eruasia, los vikingos o los celtas, por ejemplo. Los escitas, según Heródoto,  (siglo quinto AC) y Estrabón (63 DC) también solían llevar a cabo esta práctica.  Las viejas crónicas rusas indican que el cráneo de Suyatoslav I de Kiev fue convertido en un cáliz por Khan Kunya, alrededor del 972 D.C.  Uno de los más antiguos anales chinos recoge una tradición sobre cráneos que sirven de vasija ritual entre los Xiongnu.

Arriba, la curiosa analogía del Crismón ☧ Cruz Chi Rho con el emblema de la calavera y las tibias ☠  ha sido señalada por algunos autores de filiación masónica, como Manly P. Hall,  que pretenden ver aquí uno de las claves del enigma del culto al cráneo en occidente

El uso de la calavera de un enemigo derrotado en batalla como copa ha sido referido por numerosos autores a lo largo de la historia entre los más diversos pueblos, como los nómadas de las estepas de Eruasia, los vikingos o los celtas, por ejemplo. Los escitas, según Heródoto,  (siglo quinto AC) y Estrabón (63 DC) también solían llevar a cabo esta práctica.  Las viejas crónicas rusas indican que el cráneo de Suyatoslav I de Kiev fue convertido en un cáliz por Khan Kunya, alrededor del 972 D.C.  Uno de los más antiguos anales chinos recoge una tradición sobre cráneos que sirven de vasija ritual entre los Xiongnu.


Edouard Chavannes cita a Tito Livio para ilustrar el uso ceremonial de estos cráneos entre los Boii, una tribu céltica que medraba en la Europa del siglo III despues de Cristo. Más próximo a nuestros días, y quizá de forma anecdótica, se recoge en diversas fuentes el uso que Lord Byron dio a un cráneo gigantesco hallado por su jardinero en los terrenos de Newstead Abbey. El poeta convirtió en copa ceremonial la descomunal calavera, en perfecto estado de conservación, de modo que recordaba el caparazón ricamente ornamentado de una tortuga. Byron llegaría a fundar una Orden de la Calavera en Newstead, en la que la libación ritual en el cráneo´”en imitación de los dioses de antaño” constituía uno de los momentos estelares de sus cenáculos.


El cuenco de calavera tántrico.  Arriba, recreación truculenta y siniestra del Vaso de Kali para una de las películas de Indiana Jones.

Abajo, kapala o cuenco de calvera tántrico real. Muchos ven aquí uno de las prefiguraciones del Grial o graal de las leyendas medievales o el caldero de la resurección céltico.

KAPALA

Salomé, Isis, Kali: Cabezas cortadas, sangre y un oscuro ritual en torno al cadáver o la cabeza del muerto, la calavera . Asombrosas  aunque improbables conexiones griálicas.

El sacrificio ritual y el lado oscuro de la muerte están presentes en el siniestro culto de Kali .

Abajo, la diosa Kali porta dos de los atributos inconfundibles de Saturno (la hoz y  el ramillete de calaveras) Saturno es el origen de la iconografía contemporánea de la Muerte con la Guadaña, o “Grim Reaper”


Se han apuntado distintas conexiones, que van desde la magia tántrica hasta la mitología egipcia, entre la sangre menstrual y la copa en forma de calavera.La diosa Kali guarda en este sentido ciertas concomitancias con el lado más oscuro y destructor de Isis, que en el antiguo Egipto, por ejemplo,  vinculada a la diosa  Sekhmet era la diosa de la menstruación. Su asociación  con la sangre le hizo merecedora del título de Mujer Escarlata o Señora de la Carnicería (epíteto éste último que bien podría haber sido adjudicado a la propia diosa Kali).


Prosiguiendo con esta misteriosa relación del cráneo y la copa es necesario reseñar que en el budismo tibetano hay una forma particular de este vaso sagrado asociado al sacrificio ritual.  Se trata de  un objeto destacable: el kapala o cuenco de calavera tántrico. Esta peculiar vasija encuentra su forma gemela en la mucho más antigua vasija de barro védica que recogía la sangre de los sacrificios. Algunos han señalado justamente el kapala como un antecedente simbólico seguro para el graal de la tradición céltica y medieval.  El kapala usualmente es sostenido por fieras deidades, de aspecto demoníaco, que lo elevan al nivel de su corazón (en occidente, esta asociación del corazón humano con un vaso, graal o grasale fueron magníficamente señaladas por Guénon en algunos de sus artículos sobre el simbolismo del grial) y aparece representado en la iconografía tradicional lleno de sangre humana y vísceras, carne humana y en ocasiones los pulmones y otros órganos del enemigo abatido. De aquí que la vinculación del vaso tántrico (kapala) con la sangre (y por ende, el sacrificio ritual) resulta más que evidente y sugiere una relación efectiva del ancestral culto del cráneo con alguna forma extrema de sacrificio ritual que incluiría el derramamiento de sangre.


La selección de un cráneo adecuado resultaba en estas prácticas de extrema importancia para el funcionamiento del ritual, y explica algunos aspectos de la naturaleza del culto sacrificial del que hablamos. Se cree que la calavera de un asesino o la víctima de una ejecución posee la mayor potencia tántrica; el cráneo de aquel que ha muerto de manera violenta o accidental, o una enfermedad virulenta, sería poseedor de un nivel medio de esta energía. La calavera de un niño que hubiera muerto durante la aparición de la pubertad se considera también un receptáculo de máximo poder tántrico (creencia que evoca el sacrificio de jóvenes vírgenes en otras culturas)  así como las cabezas de púberes de paternidad desconocida (huérfanos) o nacidos de la unión prohibida de castas o prácticas sexuales incestuosas o consideradas inmundas en el sistema de creencias tradicional.  El cráneo de un niño de siete u ocho años nacido de una relación incestuosa se considera, en este oscuro sistema de creencias, como catalizador de la mayor energía en determinados rituales tántricos.


El kapala  es un auténtico cráneo humano ornamentado según la tradición tántrica tibetana. Es un adminículo ritual tibetano que sirve como vasija de ofrendas en la religión budista del tantrismo. A menudo se fabrican a partir de la cabeza decapitada del cadáver de un monje budista.  Para usarlo, el cuenco de calavera se llena de vino y una mezcla sanguinolenta que representa la “inmortalidad”. Entonces, en una ofrenda que los fieles presentan a las divinidades tántricas hindúes y del budismo tibetano, el líquido es consumido por los monjes. Este tipo de cráneos se pueden adquirir pero son difíciles de encontrar y actualmente las autoridades de Nepal mantienen una escrupulosa politica contra la exportación de estas reliquias sagradas.

Cráneos y cabezas decapitadas en sendos mandiles rituales masónicos



Los propios cráneos tántricos, kapalas, tiene fama de ser los de los propios monjes cuyos cuerpos, una vez muertos, continúan sirviendo a la divinidad a la que siguieron en vida.  Se usan como receptáculos de ofrendas rituales de comida y bebida sagrada, y como instrumentos de adivinación.


Por otro lado, en la India, es destacable la figura del “ahori”, devoto de un culto extremo a Shiva, que de acuerdo con las creencias de esta secta se considera como un “cadáver” y a menudo así se les ve caminando por las calles con un cráneo a modo de taza en las manos (kapala). Estos santones son capaces de comer cualquier cosa, incluso alimentos podridos: en algunos momentos de sus singulares rituales se prescribe el consumo ritual de carne humana putrefacta, y parte de sus ritos inlcuyen una meditación ante un cadáver en descomposición.


Ya en nuestros tiempos, el motivo de la calavera y las tibias cruzadas en aspa ☠ no ha perdido su carga simbólica y  ha sido usado como emblema en muchas fraternidades americanas, grupos militares, así como en sociedades secretas, y asi los han vinculado también al templarismo y la masonería. El ejemplo más célebre actualmente es el de la Skull and Bones,  una sociedad secreta americana de la Universidad de Yale  que incluso toma su nombre de aquel símbolo.


Bolívar con el emblema de la calavera en su uniforme, proclamando su adhesión a la “Orden” . Bolívar se inició en la masonería en Cádiz y fue ferviente defensor de los principios masónicos durante toda su vida.


X es el simbolo del cruce o la muerte.  (☠ ); la T o  (cruz) representa la letra griega Tau, el simbolo de la primer cruz, un simbolo de sacrificio.


Osiris es a menudo representado esquemáticamente con la grafía X. Las asociaciones con el Crismón Chi Ro, X P) y el símbolo del culto del cráneo son inevitables y apuntan muy lejos.

Lc- 23: 33; SS 3; 322 El uso de la calavera con las tibias cruzadas (X) en la francmasonería ha sido documentado ampliamente (abajo, emblemas de Skull and Bones y las SS)


La sociedad  Skull and Bones ha sido acusada de los más variados crímenes, uno de los cuales incluye la posesión ilegítima del cráneo del jefe indio Jerónimo o el de Pancho Villa, que usarían supuestamente para realizar sus juramentos, rituales y demás sainetes, lo cual no ha sido probado nunca. Sí es cierto que algunos de estos grupos, así como sectas satánicas, emplean uno o varios cráneos reales como parte de algunos de sus  rituales internos; así ocurre con los Caballeros de Colón o en los ritos del grado masónico de los Caballeros Templarios. La significación de estos emblemas varía según la sociedad o grupo que los usa.

El famoso “Juramento de la calavera” de El hombre enmascarado (The Phantom) , con reminiscencias de templarios, piratas y francmasones y la sombra de una sangrienta “vendetta”

El uso del emblema de la calavera con las tibias cruzadas en la francmasonería se ha documentado en muchísimas ocasiones; así proliferan en las lápidas de miembros de la hermandad, en documentos y en paneles masónicos. También aparece un cráneo entre los enseres o adminículos de la “cámara de reflexión” masónica, donde se opera alguno de los rituales de iniciación practicados por los miembros de la masonería. La calavera es, entre los emblemas y signos masónicos, de los más frecuentes, junto con el compás y la escuadra, la colmena o el Ojo de la Providencia (All Seeing Eye): así figura en bastones y espadas rituales, anillos o sellos, o también en mandiles.  La iconografía del cráneo se emplea ampliamente en el ritual del tercer grado, donde se inicia el maestro masón tras los primeros grados de aprendiz y compañero; la iniciación de este tercer grado se concibe como la “resurrección” de entre los muertos del candidato, siguiendo el ejemplo del mítico  primer masón Hirám Abiff, asesinado ritualmente por los traidores Jubela, Jubelo y Jubelum, llamados los Tres “juvíos”.


Algunas fuentes sugieren que uno de los posibles significados sea el de advertencia para los adeptos que se atrevan a romper los juramentos secretos de dichas sociedades, asunto complejo y de múltiples ramificaciones, en el que nos gustaría profundizar, con el permiso de ustedes, en una tercera parte de este scherzo sobre un hipotético Culto de la Calavera  III para el que les emplazamos en un futuro no muy lejano. Entretanto, procuren no perder su cabeza en absurdas elucubraciones.






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